He leído hace poco que la adolescencia y la infancia son quizás nuestra auténtica patria.Yo creo que son el bosque del cual un día salimos.
Adolescencia marco ideal donde nuestras querencias se giran hacia la amistad,donde la importancia de un te quiero supone muchas veces los límites de estar lleno o vacío,de alegría o tristeza,de ir al abismo o viajar por el universo.
Bajo el cielo de la juventud no somos conscientes de reconocer los procesos de recuerdos de infancia porque estamos tan cerca y tan solapados a ellos...queremos hacernos mayores pronto.
Es, en la madurez, cuando aquellos sueños de niño son atesorados bajo otro tipo de generosidad,trabajados bajo otra alegría.Y recordar es de alguna manera volver a empezar.
Pensando que nacemos todos los días,volviéndonos a hacer como la crisálida mariposa.
Sí,estamos hechos de palabras,de recuerdos y de sueños.Estoy segura de ello.
Reincidentes y repetitivas son las evocaciones de infancia donde el recuerdo de aquel buen verano,mágico bajo el cielo de juventud,duerme dulce al lado de tus secretos...Y lo vives y lo sientes en solitario,sólo para ti mientras se hace el silencio;para que la memoria no se asuste y ande a gusto el pasado;recogiendo con ese cazamariposas invisible palabras y versos en el recuerdo tejidos. Como el que persigue la estela y la sombra del primer beso aquel que se dio en secreto.
Bueno es que a veces habláramos más con el niño que fuimos.
KETTY IBAÑEZ.
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